martes, 24 de julio de 2012

Daisy Sánchez dice El Baile


 Jaime Gómez Triana

Abelardo Estorino es sin duda el más prolífico y notable dramaturgo cubano vivo. Sus piezas han logrado trascender las épocas y han encontrado un interlocutor contemporáneo, joven, que puede acercarse a los textos no solo con la complicidad que demanda siempre el teatro, en tanto manifestación que habla de manera directa al aquí y ahora que comparten actores y espectadores, sino además porque la excelencia de sus textos, cargados de frases contundentes y vivamente nuestras, hace que el encuentro con su palabra sea siempre placentero.

Una de las más recientes puestas inspirada en su obra es El baile, en la versión de Julio César Ramírez y Teatro D’ Dos. Centrada en el trabajo de interpretación de la experimentada Daisy Sánchez, quien encarna a este inusual personaje estoriniano, el nuevo montaje elude la ilustración del texto y propone al espectador el trabajo de una actriz que interpreta o ensaya el texto en una cabina de grabaciones. De esta manera se logra sortear una de las más complejas trampas que el dramaturgo tiende a teatristas y espectadores. La protagonista de esta obra es un personaje en construcción, que se arma frente a nosotros con trozos de memoria y con un gran deseo. Necesita esta mujer, por sobre todo, conjurar la soledad, escapar de la angustia que para ella significa estar separada de su familia y, por ello, pendiente permanentemente del teléfono.

Daisy Sánchez logra sin esfuerzo penetrar en el tejido del texto y presentar a una actriz que lucha con la dificultad que presupone encarar una pieza cuya dramaturgia no depende de la construcción del personaje, sino de la presentación de su disolución en escena. Así, frente al público, con el que comparte el juego, va apropiándose de un texto que ha aprendido de memoria y que pareciera que la toma por sorpresa y la obliga a movilizar una vivencia propia. Esa vivencia a un tiempo distante de la del personaje, sin duda de mayor edad que la actriz, termina proponiendo una línea alternativa al texto mismo a partir de que asistimos no ya a las confesiones del personaje, sino a las revelaciones de la actriz que lo interpreta, expresadas mediante una partitura gestual elaborada con sumo cuidado.

Un valor de la puesta recae, sin duda, en la escenografía, un dispositivo que, en la Sala del Complejo Cultural Raquel Revuelta, propone una nueva relación con el ámbito teatral a partir de que se constituye en espacio íntimo, propicio para todo tipo de confidencia. Menos integradas resultan en la puesta las diversas lámparas que, si bien están puestas en función de lograr la atmosfera de iluminación natural, quiebran la verosimilitud del espacio extrañante que es la cabina de grabaciones y abren significaciones no justificadas del todo en el montaje.

El baile es, no obstante, el trabajo de la actriz que construye a otra actriz, su manera de activar nuestros sentidos, su juego que es, acaso, una peculiar manera de narrar en la que también aparecen las huellas de su trayectoria en el teatro. Y es que no hay otro ámbito para la dramaturgia de José Abelardo Estorino que el teatro mismo y su peculiar intensidad para decir lo cubano. Y es Daisy Sánchez una intérprete que logra penetrar esa energía con naturalidad y rigor.

1 comentario:

Sex Shop dijo...

Muy buenoooooo!!!!!!!