lunes, 14 de noviembre de 2011

Tres obras, de Arístides Vargas

Jaime Gómez Trina

Teatral y al mismo tiempo altamente poética, la obra dramatúrgica de Arístides Vargas es una de las más notables del continente. Argentino de origen, exiliado y radicado en Ecuador desde 1967, donde creó Malayerba, uno de los colectivos latinoamericanos de mayor reconocimiento, Arístides, el Negro, es también actor y director, a lo cual se debe su estilo sintético y lúdico, esencialmente concentrado en el personaje como principal motor de una dramaticidad que se asienta finalmente en la palabra. 

Voz y discurso individual tejen las redes biográficas a partir de las cuales el autor construye un peculiar cronotopo, un espacio sin bordes definidos, una temporalidad que eterniza esos pequeñísimos gestos que develan una identidad fragmentada. Bordados con absoluta maestría, los personajes de Arístides seducen por su complejidad, son seres tremendamente individuales y al mismo tiempo son un conglomerado de rostros conocidos, una multitud que debate los cauces de una existencia que se bifurca y recomienza una y otra vez. 

El exilio, la violencia ejercida sobre la mujer y la falta de libertad son las principales temáticas de las tres obras que recoge el volumen publicado en la colección Pasamanos, del Fondo Editorial Casa. No obstante, esos tópicos, quizás los más transitados en la escena latinoamericana, adquieren aquí una renovada connotación en tanto son abordados desde una sensorialidad que recorta momentos específicos y poetiza, desde el espacio material de la escena, encuentros y desencuentros. 

Los personajes de Nuestra Señora de las Nubes, habitantes de “un país que no existe porque dejaron de existir en él”, se enfrentan a sus recuerdos mientras hacen y deshacen las maletas de un viaje sin destino preciso y sin final. Ese viaje, por entre gente que los mira como marcianos, es esencialmente un obligado y necesario regreso al punto de partida. Conjuro contra el olvido, la obra es un canto a los pequeños pueblos y sus vecinos, a esas historias por todos compartidas y a la familia. Y es más: es una muy peculiar introspección en el ser latinoamericano, protagonista de constantes desplazamientos.

La muchacha de los libros usados presenta el dibujo preciso de la violencia ejercida sobre una mujer que, en medio del más terrible abandono, dicta su historia de infinitos sometimientos y drásticas consecuencias. “La muchacha siempre hablará de alguien que no sabe quién es”, dice la acotación que devela la esencia de conflicto. El silencio es aquí otra forma de exilio, la ausencia de una voz propia la más terrible de las condenas. Otra vez una arquitectura de la memoria, en la cual no operan las tradicionales categorías de la dramaturgia y donde la palabra levanta imágenes y sonoridades que sustentan más que una cadena de sucesos, una atmósfera que es alma trunca y vacío, una ausencia terrible y densa que se instala adentro y que aniquila. 

No obstante, más allá del dolor e incluso de la total ausencia de libertad, existe la posibilidad de la poesía, que es aquí una forma particular de la nostalgia y al mismo tiempo su mejor antídoto. Esa poesía que libera y salva es el centro mismo de La razón blindada, una peculiarísima versión de El Quijote, donde historia narrada es acción pura de evasión y rebeldía. Otra vez la palabra refundando la utopía, recuperando ese centro que escapa o nos arrebatan. Otra vez el lenguaje como cuchillo filoso que quiebra el vacío y emancipa, en tanto es soporte de ideas fundamentales para nuevas y mejores construcciones. 

Y recuerdo que hablamos de teatro, de acciones vivas, de emoción, hay en estos textos miles de puestas posibles. Las que hemos visto en Cuba, bajo la dirección del propio autor, están entre ellas y son al mismo tiempo parte inalienable de un proceso de escritura que tiene en la escena misma y en los actores una instancia de verificación y amplificación, que finalmente queda también hecha voz en las versiones quizás definitivas que este volumen ha puesto  a circular entre el público cubano, conocedor y admirador del teatro de este autor.   

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