Luego de dos exitosas funciones como parte de la muestra cubana invitada a la Temporada de Teatro Latinoamericano y Caribeño Mayo Teatral, que organiza la Casa de las Américas, El Ciervo Encantado, bajo la dirección de Nelda Castillo, ha estado presentando su espectáculo Visiones de la cubanosofía en una nueva sede. La Capilla de El Ciervo, justo en 5ta. y D, una muy céntrica zona de El Vedado, se ha convertido de este modo en uno de los más atractivos espacios en medio de una geografía teatral que va teniendo ya una clara recuperación si atendemos a las obras concluidas del Teatro Bertolt Brecht, o a las que ya se acometen en Olimpic. No obstante, en medio de todos esos proyectos la importancia la capilla estriba en que la recuperación se debe en total medida al esfuerzo de los propios integrantes del grupo, quienes han dispuesto recursos personales para el acondicionamiento del inmueble que el CNAE puso en sus manos y al que han devuelto vida y sentido.
Una tarja a un costado de la enorme casona da cuenta de la muerte en ese lugar del patriota dominicano Máximo Gómez, uno de los más grandes próceres de nuestras guerras de independencia. Sin duda, quienes han seguido la obra de El Ciervo advertirán la importancia que tiene para el colectivo esta particularidad. La capilla de la que otrora fuera la casa de la familia Silveira es, por muchas razones, un espacio imantado por la historia, lo cual sintoniza de modo extraordinario con la peculiar poética de grupo.
Y es que para El Ciervo Encantado, Cuba y el cubano son, de conjunto, el más importante cardinal. De ahí que sus procesos evidencien una permanente exploración en el ser nacional y en los márgenes mismos de una identidad que se reconoce a partir de la profundización en zonas poco frecuentadas de nuestro devenir. Así, desde el diálogo fecundo con textos e imágenes imprescindibles en ese tejido es nuestra cultura, Nelda Castillo ha perfilado una poética propia que tiene en el peculiar trabajo actor su piedra angular. La memoria del cuerpo, depositario y productor de cultura, está en el centro de las búsquedas expresivas del colectivo. El entrenamiento más que un potencializador de competencias técnicas, funciona como un permanente rito de paso, que es a un tiempo, proceso de asimilación de esencias y original análisis del aquí y ahora.
Ahora bien, tal pareciera que hablando de un teatro que se asume como permanente laboratorio, que se sabe continuador de las más profundas indagaciones de la teatro en el siglo XX —Meyerhold, Craig, Appia, Grotowski—, que centra su trabajo en el actor —interrogada sobre su obra, Nelda ha dicho en más de una ocasión que la obra es el actor—, pudiéramos también aplicar al Ciervo ese cliché, que suele aparecer cuando hablamos de un teatro que otorga un lugar preponderante a la investigación y la experimentación, y que parte de presuponer el total olvido del espectador por parte de los creadores. Nada más errado.
Es quizá el teatro de línea ritual, aquel que se acerca más a los ensueños de Artaud, el que otorga mayor importancia al espectador, en tanto lo concibe como coautor de la obra. De ahí que cuando Nelda dice que su obra es el actor, dice en realidad que es solo el cuerpo-mente en vida del performer quien es capaz de activar una comunicación esencial con el bios del espectador y propiciar un cambio de estado, una extrañeza, un salto en la percepción cotidiana que afina los sentidos permitiendo el contacto directo —experiencia (perezhivania), diría Satanislavski— con el otro: el reconocimiento del “mí mismo” a partir de un diálogo que en esencia no es más que una constancia “biológica” de la vida, es decir la certeza siempre presente de la muerte inevitable.
En la era de la “información” y las comunicaciones, en medio de una enorme avalancha tecnológica que al mismo tiempo aísla y acorta las distancias, el teatro, la más primitiva de las artes, continúa vivo solo gracias a esa intensidad que nos permite percibir al otro y, por consiguiente, concebirnos como un cuerpo en vida. Y es solo esa certeza la que obliga a un grupo a ir en busca de su público, a propiciar el contacto con nuevos espectadores, a amplificar el diálogo.
Hay muchas maneras de escribir la historia de un grupo de teatro, de pensar su devenir. De todas ellas la más cercana tal vez a la pragmática de la escena, está dada por la relación que en cada momento el grupo ha sostenido con los espectadores, la cual está directamente relacionada con el tránsito por diversos espacios de presentación.
Errantes, en perpetuo movimiento, los integrantes de El Ciervo Encantado, en pos de ese diálogo con el espectador, hicieron su función inaugural en la desaparecida sala Antonin Artaud del Gran Teatro de la Habana; recuperaron un espacio olvidado al interior de esa hermosa obra arquitectónica —matriz, metáfora de feminidad y de la maternidad— que ocupa la recién restaurada Facultad de Artes Plásticas del ISA; y abrieron hoy bajo la imagen tutelar de la Virgen de Rosario y en memoria de Máximo Gómez, un nuevo espacio para la teatro cubano. Así, el verano amplifica y diversifica sus propuestas. Y aunque ya se anuncien las últimas funciones de Visiones de la cubanosofía, el grupo prevé para los fines de semana de agosto abrir las puertas de La Capilla de El Ciervo a toda la familia y en espacial a los más pequeños, con funciones de Un elefante ocupa mucho espacio, sin duda, uno de los más hermosos espectáculos del teatro cubano en los últimos años.
1 comentario:
hola estoy tomando la materia ¨Historia del Arte Latinoamericano¨ en la Republica Dominicana y me gustaria Hacerte unas cuantas preguntas sobre el teatro en Cuba. Me gustaria si podrias ayudarme con eso. Lawrapatrici@gmail.com
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