Jaime Gómez Triana
Sísifo,
proletario de los dioses, impotente y rebelde, conoce toda la magnitud de su
miserable condición: en ella piensa durante su descenso.La clarividencia que
debía constituir su tormento consuma al mismo tiempo su victoria.
Albert Camus
Llevar a la escena, amplificar, poner bajo los
focos, prácticas y conductas de los cubanos y cubanas de todos los tiempos ha
sido a lo largo de su trayectoria uno de los principales objetivos de El Ciervo
Encantado, grupo de teatro fundado en 1996 por la actriz, directora y profesora
Nelda Castillo. Puesto el énfasis en una reflexión que tiene su principal eje
en la existencia misma de la Isla y sus márgenes, estos creadores han buscado
desentrañar el comportamiento psicosocial de los nacidos en Cuba. Primero, mediante el
estudio de patrones y estereotipos que forman parte del imaginario general y
más recientemente, a partir del análisis de las respuestas individuales o
colectivas ante las circunstancias que constituyen nuestro día a día.
Lejos de la autocomplacencia, de concesiones comerciales
y de cualquier forma de
panfleto. El Ciervo Encantado nos presenta -con dignidad y civismo, algunas
veces con amargura y otras con ironía, pero siempre a través del rigor y el
riesgo- algunas de nuestras imágenes más terribles. De ahí que su quehacer, si
bien se asocia desde el punto de vista estético a la línea ritual-performativa (Artaud, Grotowski, Living
Theatre), se conecte de manera rotunda con la tradición del teatro político
(Piscator, Brecht). Sea cual fuere el punto de partida, la recuperación de la
Memoria o la necesidad de denunciar las contradicciones presentes en el aquí y
ahora la nación, la interpelación del grupo es siempre propiciatoria. Sus
obras, todas, buscan conjurar un estado de cosas a partir del diálogo directo
con un espectador que es conminado a reflexionar acerca de los ángulos más
agudos del devenir nacional, esos "horrores del mundo moral" que ya
José María Heredia contraponía, en el caso cubano, a "las bellezas del
físico mundo".
Siempre con esa perspectiva, la creación escénica
de Nelda Castillo se ha manifestado, según su propia definición, a través de la
configuración de "rituales de la memoria”. Es el caso de espectáculos
como El ciervo encantado -que dio nombre al grupo-, De donde son los contantes, Pájaros de la playay Visiones
de la cubanosofía. Luego
de estas puestas, a las que me gusta clasificar como espectáculos-altar, Variedades Galiano marcó un vórtice en
la producción del grupo y funcionó como obra de transición hacia creaciones
tales como Cubalandia, Rapsodia para el mulo, Triunfadela, Guan melón!!! Tu melón!!!, y las más recientes Departures y Arrivals,
que la directora clasifica como "performances en escena”. Las piezas
dentro de este segundo grupo evidencian una necesidad de
indagación-intervención urgente y sus referentes inmediatos se encuentran
directamente en la calle, en las experiencias cotidianas o en las propias biografías
de los intérpretes. Son obras que se sustentan en un punto de vista más
antropológico, testimonial, político, e incluso configuran distintos tipos de
archivos.
Vale la pena detenerse en la noción “performance en
escena", peculiar no solo por su aparente naturaleza contradictoria, sino
porque expresa una estupenda síntesis del devenir de El Ciervo Encantado, que
además de espectáculos propiamente dichos, ha presentado al público tres
ediciones de su café-teatro (La
Siempreviva I y II y La última cena), performances (Humo en las altas torres, Escachalataescachalataescach, Isla Flotantes, Iré a Santiago, Mesa redonda
performativa); happenings (La
tempestad y la calma. Ausencia
justificada, A la eterna memoria,
Referencias territoriales, Dramaturgia de la Revolución, Elvis en La Habana, Artista del pueblo), exposiciones (la dedicada a los diez años del
grupo en la biblioteca del Instituto Superior de Arte y otra por sus quince
años en la galería Raúl Oliva), e intervenciones públicas (Enriqueta al debate cultural, Cubita
luchando la firmeza, La lista de
Schindler) y digitales (agrupadas en la acción Respuesta rápida).
Este proceso pone de manifiesto la indagación
sistemática del grupo en los recursos expresivos de los actores, lo cual
implica no solo un entrenamiento particular, sino también la consolidación de
un compromiso ético, artístico y cívico. La conciencia acerca de esa
responsabilidad hace que cada personaje o acción se sustente en la necesidad de
expresar algo realmente necesario tanto para el intérprete como para los
públicos que interactúan con las obras, que pueden ser los que asisten al
teatro, los participantes de un debate sobre política cultural, los
destinatarios de un correo electrónico, o los que concurren a una exposición o
a la presentación de un libro. Esta concepción integral del performer es fundamental, puesto que da
sentido al quehacer colectivo en tanto acción presente, y no como
representación (entendida esta última como construcción mimética de personajes
y acciones de ficción). Es particularmente interesante el modo en que se funden
en esta concepción del teatro la propuesta ritual, el atletismo afectivo de
Artaud, y el extrañamiento épico, analítico y reflexivo, propuesto por Brecht.
Nelda Castillo consolida definitivamente el concepto
“performance en escena" en Departures
y Arrivals. Si en las piezas
anteriores el oficiante-actor-caballo-médium encarnaba un personaje que
aparecía como máscara, como ser convocado en el trance, como artificio
orgánico, en estas dos últimas propuestas es Mariela Brito, fundadora del grupo
junto a Nelda Castillo, quien presenta. Lo hace en su condición de performer, de alguien que está implicada
desde su identidad personal, generando una acción que utiliza el testimonio,
que construye un archivo y que deviene instalación, o, mejor, dispositivo.
Estas estrategias de organización del discurso confluyen, a partir de un concepto
general, en una pieza única, cohesionada y coherente.
Ya me he referido a Departures en un texto precedente, de modo que abordaré a
continuación solo la obra más reciente de El Ciervo, que sin duda da cuenta de
una radicalización de los procederes estéticos del grupo, capaz de transformar
permanentemente sus maneras de obrar. Estrenado en junio de 2018, Arrivals da cuenta de un momento crucial
en la vida de todo el que ha salido de Cuba.
Hacer las maletas de regreso a la Isla suele
confrontarnos con diversas tramas de nuestra existencia, marcadas por la
carencia y la terrible ansiedad que engendra tener que conseguir algo que no
existe en el país, que está en falta o que, si aparece, estará “multado",
una y otra vez hasta alcanzar el cuádruple o quíntuple de su valor inicial.
Comprar para uno mismo, para la familia o para los amigos, productos que
asombrarían a otros viajeros, ha obligado a cubanas y cubanos a confeccionar
listas minuciosas e inauditas en las que se juntan artículos de primera
necesidad, alimentos, medicamentos, e incluso piezas de colección -a veces se
trata de encontrar la aguja de un tocadiscos búlgaro o un repuesto para un FIAT
argentino-. Sumados unos y otros en escena, arman un conjunto francamente
inverosímil, no realista, pero tan cierto como nuestras vidas, signadas por el
aislamiento, la heredada monoproducción, el bloqueo estadounidense, la doble
moneda, la penalización del dólar, la baja productividad, los magros salarios,
el burocratismo de estirpe soviética y otros muchos males que acaban por dejar
a la mayoría de los residentes de la Isla expuestos aun sinnúmero de escaseces
y privaciones.
Claro que lo más terrible no es tener que conseguir
productos inauditos y meterlos en la maleta, una aventura que bien podría dejar
pasmado al mismísimo Thor Heyerdahl, sino el temor de que cualquiera de esos
efectos, finalmente conseguidos, pueda desaparecer en algún aeropuerto. Algo
que sucede por muchas razones, entre ellas, no poder pagar por el exceso de
equipaje, la desconocida y casi siempre absurda prohibición de salida del país
o de entrada al nuestro de algún artículo (por estar incluido en la lista negra
de la aduana, acusado de “alto consumidor energético", sospechoso de
“valor comercial” o “agente biológico"), o incluso por el más descarado
acto de latrocinio. Si alguno de tus artículos no logra entrar, nada ni nadie
podrá sacarte de arriba la iracunda depresión por la derrota. Pero si hay
oportunidad, no queda otro remedio que volver a pasar por eso, hasta que te
conviertes en un Sísifo trasnacional, víctima de un Injusto sistema de
redistribución de las riquezas, rehén de la historia. No obstante, aquí se
habla de la importación para uso personal de pasta y cepillos de dientes, de
papel sanitario, de algún chorizo, de pañales desechables...
Poco nos hace cuestionarnos nuestra dignidad tanto
como esa maleta y esas listas. Veo Arrivals
y no puedo dejar de pensar en los que no viajan, en los que no tienen a nadie
afuera, en los que ven esos artículos como algo lejano, imposible, prohibitivo.
Soy privilegiado, me puedo poner de un lado y del otro, pero nada me confronta
más que esa posibilidad, el espectáculo me quiebra, me ubica. De hecho, allí
está mi voz, mi lista, me reconozco y me desconozco, allí estoy y no puedo
esconderme. Mariela Brito no dice nada, pero, sin duda, es ella la más
elocuente, su silencio es radical. La conozco y sé que su columna no está bien,
ha sido sometida a una compleja intervención quirúrgica
hace unos años, a veces se queda paralizada. Aun así, está en escena, echándose
a la espalda una mochila muy pesada que jamás podrá pasar como equipaje de
mano, arrastrando una maleta enorme, encorvándose una y otra vez para embalar
cuidadosamente cada ítem. La pieza lleva al límite el cuerpo físico de la performer, es un bucle Infinito. Es
Sísifo, que rueda loma abajo convertido en la piedra. Cuando la acción termina
hay que deshacerlo todo y ponerlo a punto para el siguiente día.
Muchos artistas están en contra de la repetición de
los performances. Piensan que volver a hacerlos teatraliza y que la teatralización
banaliza. El Ciervo Encantado ha puesto, sin embargo, esa repetición al centro
mismo de su propuesta. Lo más importante para estas creadoras es el encuentro
con el espectador, que hace absolutamente única e irrepetible cada edición de
la propuesta, una propuesta no señalizada, sino sostenida. El mayor acto de
resistencia es justamente poner el performance en escena, una y otra vez,
mientras sea posible, y compulsar al público a una recepción diacrónica,
aquietar al espectador para inquietarlo, comprometerlo, hacerlo cocreador,
participante capaz de sentir su propia responsabilidad para con su contexto.
La presencia real del performer, la tensión más allá de los límites de sus fuerzas, son
características fundamentales del también llamado "arte de acción".
No obstante, como Departures, este
performance se estructura, ya lo hemos dicho, a partir de la confluencia de
acción, archivo y testimonio. La pregunta de la primera pieza de este par -¿por
qué te fuiste de Cuba?- es sustituida aquí por la solicitud de listas de
viajes. Los destinatarios hemos sido personas cercanas al Ciervo, casi todos
artistas, intelectuales, la mayoría gente de teatro, todos espectadores
cotidianos de las obras del grupo y. de algún modo, interlocutores. Las cartas
y correos electrónicos de la primera obra, algunos leídos por Mariela durante
la ejecución, otros dispuestos para que los espectadores pudieran descubrirlos
por sí mismos, son ahora notas de voz que se convierten en banda sonora.
Mariela es ella misma, la que se va en Departures,
y el dispositivo recuerda la habitación de un hotel la noche antes de regresar
a la Isla.
Audífonos y una pantalla al fondo generan la música
que escuchamos. Al inicio, el video, quizás de YouTube, pasa la letra en
español del “Va, pensiero”, el coro del tercer acto de la ópera Nabucco con música de Giuseppe Verdi y
libreto en italiano de Temistocle Solera, que, inspirado en el Salmo 137, canta
la historia del exilio hebreo en Babilonia tras la pérdida del primer templo de
Jerusalén. Como cierre, el “Bolero" que hace noventa años compuso Maurice
Ravel para la bailarina Ida Rubinstein. Sin embargo, las notas de voz de
quienes enviamos al grupo nuestras listas, hacen parte también de una
concepción musical más amplia, al tejerse perfectamente en una pieza única,
creada en colaboración con la compositora Sunlay Almeida Rodríguez. Esta podría
ser leída como producto de la subjetividad de la performer, pero en realidad actúa como una cámara de eco que
amplifica su acción y establece una presencia coral. Es justamente esa
compilación de voces diversas en cartas, correos o notas de voz, la que compone
el archivo que las performances presentan,
al tiempo que comunican el testimonio íntimo de Mariela Brito, sus propias
experiencias acerca de la partida y su lista personal deque poco a poco va embalando,
y en la procedencia de las bolsas de compra, algunas de Ecuador, otras de México
o de los Estados Unidos.
Distante y en silencio la acción de la performer llega a desesperarnos, hay
momentos en que queremos irrumpir su espacio para ayudarla a cerrar un zíper,
advertirle de la fragilidad de algún objeto que irremediablemente se va a quebrar
o sobre los artículos que no se pueden llevar en la cabina del avión. Ella lo
tiene claro y todo al final funciona según una acción real, no premeditada o
ensayada. El objetivo es el mismo, alistarse para la partida, esta vez de
regreso, y no dramatizar. La pieza repite paso a paso la estructura de otra: “paso
es el paso del mulo en el abismo”. Lezama está presente porque hace parte de la
biografía de la performer. Pero lo
importante aquí no es el mulo que trasiega su sobrevida, sin dioses, sino la
reflexión en torno al abismo, a qué lugar se arriba cada vez que se vuelve.
¿Aún existe la Isla o ya solo existe la maleta? Pero, por favor, aunque la
pieza propicia otras múltiples lecturas dispuestas en niveles sucesivos, no olvidemos
que aquí se habla de la importación para uso personal de pasta y cepillos de
dientes, de papel sanitario de algún chorizo, de pañales desechables...
Como el Sísifo de Camus, Mariela y Nelda cargan su
acción de clarividencia y nos confrontan para remover las bases de nuestra
inconciencia. Esa es su contribución, su victoria.
* La Gaceta de Cuba,
no.6, noviembre-diciembre, La Habana, 2018, pp. 57-59.
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