jueves, 23 de febrero de 2012

Entrar en la ca(s/z)a de El Ciervo


siempre más abajo, hasta saber el peso de su isla,
el peso de una isla en el amor de un pueblo.
Virgilio Piñera

Obra en construcción, almacén, bodega, capilla, silo, cuarto de desahogo, templo, camerino, casa, toilette, carpintería, enigma, barracón, tribuna, biblioteca, laberinto, cabaret, teatro, sótano, sacristía, cuarto fambá, confesionario, ínsula dentro de la Isla, altar, campo después de la batalla, museo de la eterna memoria, falansterio, facilidad temporal, tumba, espejo. Todo eso y mucho más es esta muestra. No se engañe, no se trata de una caótica acumulación de objetos anticuados. Todo está vivo, todo vibra, todo se mueve, todo habla. No se trata de respuestas, aquí se juntan preguntas: ¿De dónde son los cantantes?

¿Qué y cómo recordamos? Dos interrogantes que son una desencadenan la peculiar investigación en torno al ser nacional que han emprendido Nelda Castillo y su colectivo El Ciervo Encantado.  Sus puestas, signadas por un altísimo nivel artístico, han explorado lo nuestro, profundizando en zonas y figuras muchas veces olvidadas. Recuperar esos fragmentos dispersos de lo que somos ha sido para este grupo el mejor camino en la búsqueda de una identidad propia. Esa indagación les ha permitido también conectar con el presente y plantear, sin concesiones  de ningún tipo, problemáticas sociales, económicas y políticas de la Cuba de hoy. El ciervo encantado (1996), De donde son los cantantes (1999), Pájaros de la playa (2001), Visiones de la cubanosofía (2005) Variedades Galiano (2010) y Cubalandia (2011) –obras a las que se suman un conjunto de pequeñísimas piezas que se han ido incorporando al Café-Teatro y también algunos performances y happenings– dan cuenta de esa postura ética sobre el teatro y también sobre la participación del artista en lo social, postura siempre sustentada por una muy rigurosa propuesta estética.

En quince años de trabajo El Ciervo Encantado ha propuesto a los espectadores un repertorio de gran coherencia, el cual, al decir de la actriz Mariela Brito, se desarrolla en espiral, ampliando o concentrando el foco de atención, unas veces sobre aspectos más generales, otras en relación con zonas más específicas de lo cubano.  El mejor espectador de El Ciervo Encantado es aquel que ha sabido acompañar a los creadores en su expedición tras ese animal fabuloso, tremendamente escurridizo, siempre en fuga. Es por eso que de ningún modo podríamos plantearnos una exposición que diera cuenta del devenir del colectivo como representación o como simple resumen. Quienes hemos estado cerca de este grupo sabemos que cada elemento, cada objeto, tiene para estos creadores una dimensión sagrada. Las máscaras están vivas, no son disfraz, y todo lo que las rodea forma parte inalienable de ese ser que se convoca. Abierto el cuerpo-canal del actor-médium todo conecta, todo propicia el trance, todo conduce a lo esencial. Es por eso que aun sin los actores esta muestra habla como una nganga. SI MIRA BIEN PODRÁ VER, SI ESCUCHA ATENTAMENTE OIRÁ.  

La obra escénica de Nelda Castillo se encuentra sin duda entre las más importantes del teatro cubano de fines del siglo XX e inicio del XXI. La singularidad de sus búsquedas, el peculiar trabajo con el actor y su comprometida y constante indagación en los márgenes de nuestra cultura, son aspectos que jerarquizan su trabajo; al tiempo que connotan la poética de esta creadora como una de las más sólidas que se exhibe hoy en nuestros escenarios. Al frente de El Ciervo Encantado desde que decidió en 1996 fundar un colectivo propio, Nelda Castillo ha sabido liderar un espacio de creación y libertad que en buena medida ha superado la noción de centro productor de espectáculos para, puesto el énfasis sobre los procesos de investigación y creación, concebir un laboratorio permanente en el que confluyen la pedagogía, la reflexión y el pensamiento en torno al teatro y a la cultura toda: un espacio imantado para pensar (pesar) la Isla y sus irradiaciones, para soñar historia y porvenir, para vivir y refundar la utopía. 

* Palabras de Jaime Gómez Triana en el catálogo de la  exposición A la eterna memoria. 15 años de El Ciervo encantado. 



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