Notas al programa para el estreno de la pieza Jardín de héroes, de Yerandi Fleites Pérez, a cargo del Estudio Teatral La Chinche.
A más de 60 años de su entrada en nuestro teatro, de la mano de Virgilio Piñera, la historia de Agamenón, Clitemnestra, Egisto, Orestes y Electra regresa a la escena cubana. Jardín de héroes –Premio Calendario 2007—, del joven dramaturgo Yerandy Fleites Pérez, propone una mirada al mito que repasa las versiones de Esquilo, Sófocles, Eurípides, Hofmannsthal, O’Neill, Giraudoux, Sartre y la del propio Virgilio. Desacralizadora e irónica, la nueva pieza evade la extrema contextualización de la «tragedia» piñeriana y propone un laberinto de confluencias múltiples que nos acerca directamente al conflicto de los personajes, herederos de un devenir que cada uno de ellos lee de modo diverso.
Más allá de los temas consabidos del derecho de sucesión y la venganza, Jardín de héroes pone énfasis en el modo en que las nuevas generaciones asumen su participación en la Historia, una vez que los acontecimientos los obligan a asumir un rol activo y a tomar decisiones que entrañan una responsabilidad individual con el porvenir. En este sentido la reescritura va más allá de la consciencia mítica e instaura un debate sobre el individuo y la consciencia histórica. Este debate, de amplia universalidad –también presente en el Hamlet shakespereano— se concreta en la pieza a través de personajes que son rebeldes ante la existencia de un irrevocable destino manifiesto, prefijado, a través de los siglos, por los diversos acercamientos al mito.
Al asumir este texto el Estudio Teatral La Chinche, apuesta una vez más por una obra cubana contemporánea que dialoga con nuestro tiempo y centra su atención en el rol de los más jóvenes. La puesta en escena de Lizette Silverio concreta, desde la instauración de planos diversos de teatralidad, una lectura crítica –brechtiana– del acontecer, de los personajes y de las circunstancias de estos. Representar este texto permite al joven colectivo dar continuidad, desde la escena, a dos líneas principales de nuestro teatro: una relacionada con la relectura de los clásicos, y otra con la indagación en el universo íntimo de la familia, ese personaje coral, cuya encarnación, a partir de los diversos roles que asumen cada uno de sus miembros, hace posible una mirada problematizadora a la sociedad en su conjunto.
Abelardo Estorino, ese gran autor nuestro, ha dicho que es esta una obra «intemporal y afilada». Justo ahí, en ese filo, la puesta afinca sus pasos y nos invita a una lectura participativa, a partir de la cual cada espectador construya una visión personal de los hechos.
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